Mirar hacia dentro, mirar hacia fuera. Lo que una ventana ofrece
a la vista se lo ofrece un foyer a todo el cuerpo. Una zona
semipública, una especie de esclusa que comunica el
exterior con el interior y nos hace físicamente
conscientes de esa transición. Aquí se produce la
gran entrada en escena. El hasta entonces transeúnte se
convierte en cliente, en huésped de hotel, en visitante.
O en el inquilino de una vivienda que desea acceder a ella desde
la calle. En las tres partes que componen el Edifici
d'habitages, diseñado por Antoni de Morages
Gallissà junto a Francisco Riba de Sales en su fase de
brutalismo, los foyers se emplean como elemento
arquitectónico. Estas salas de proporciones generosas y
con un diseño unitario permiten el acceso a las viviendas
en las distintas plantas. En todas ellas resaltan el blanco y el
naranja de los techos, los ladrillos de las paredes, las
pantallas rojas de las lamparitas - como setas crecidas al
amparo de las columnas de hormigón - y los suelos
enlosados en un tono oscuro. Un sutil eco del paisaje urbano que
acabamos de dejar atrás. También la entrada del
Edificio Muntaner y del de Via Augusta consiguen difuminar los
límites espaciales, como una prolongación del
paisaje urbano en el interior del edificio: puertas de cristal y
superficies relucientes, elementos arquitectónicos tales
como bancos de asiento, rampas, columnas, escaleras. Un lugar de
tránsito en medio de la nada es lo que halla el visitante
del edificio situado en la calle Marià Cubi, con la
sensación de estar accediendo a una estación
espacial sacada de la película de Stanley Kubrick 2001 -
Una odisea en el espacio.
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