La planificación urbanística adquiere un papel
esencial en una gran ciudad, donde las posibles salidas a zonas
rurales cercanas constituyen una solución sólo en
apariencia si lo que se crea son meras "máquinas
residenciales" impersonales y mal comunicadas. En los
años sesenta, inspirándose en la arquitectura
visionaria del grupo inglés Archigram, Ricardo Bofill
buscó junto al Taller de Arquitectura nuevas vías
para solucionar uno de los problemas más acuciantes del
desarrollo urbanístico. Por ejemplo, con el edificio que
- a modo de castillo futurista - corona una colina en el lado
izquierdo de la autopista en dirección a Sitges. Los
módulos cúbicos que aparecen insertados unos
dentro de otros, algunos de los cuales recuerdan a almenas,
componen un complejo conjunto arquitectónico - al que se
dio el nombre de "El Castell" en homenaje a la novela
de Franz Kafka. Las combinaciones de dichos cubos, cada uno de
los cuales alberga una habitación, parecen ser infinitas.
En su parte trasera nos sorprende la extrema tranquilidad: una
piscina azul con el bordillo rojo, oscuros pinos, un lugar
silencioso, como atrapado en un cuadro del pintor de Chirico. A
un castillo mucho más compacto recuerda el edificio de
viviendas de la Plaça Sant Gregori Taumaturc, construido
entre 1962 y 1963 por Ricardo Bofill (Taller de Arquitectura). La
parte frontal, ligeramente ondulada, resta algo de su monumental
corpulencia a esta construcción de ladrillo rojo de
inspiración tradicionalmente catalana, dotada de
estrechas ventanas y gárgolas saledizas que evocan
aspilleras. Con el complejo Walden 7, realizado por Ricardo
Bofill entre 1970 y 1973, el arquitecto materializó un
nuevo paisaje urbano en el extremo occidental de la ciudad, un
precedente de lo que sucedería a lo largo de los
años noventa en las zonas industriales de las grandes
ciudades. Lo que Bofia diseñó sobre un solar
ocupado anteriormente por una fábrica de cemento no es
otra cosa que una "ciudad en el espacio".
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