Generalmente, los locales nocturnos gozan de una vida muy
limitada. Al igual que las modas, apenas superan dos o tres
temporadas de cambiantes estilos musicales y tendencias. Su
única oportunidad es el revival. Trauma, con todo lo que
se puede esperar de una clásica discoteca de los setenta,
ha conseguido ya sobreponerse al devenir de los gustos en cuatro
o cinco ocasiones. El espacio parece abrirse gracias a los
espejos de las columnas y el brillante techo de la sala. La luz
que arrojan los focos al compás de la música
varía entre el rojo, el azul y el verde; la proveniente
del suelo alterna el rojo con el amarillo - incluso cuando la
pista queda desierta y se extinguen los últimos acordes.
Otro tipo de revival es el que experimentan las grandes salas de
baile, en las que desde tempranas horas de la tarde, un
público algo mayor disfruta de la música en vivo
desplegando esos pasos practicados durante tantos años:
chachachá, tango, pasodoble. En Cibeles, Apolo o La
Paloma se han instalado clubes hasta los que peregrinan los
jóvenes que desean estar a la última a altas horas
de la madrugada. El local de strip-tease Bagdad, por el
contrario, se resiste a cualquier tipo de revival. Satisface a
los necesitados con los mismos métodos de siempre, sin
haber sufrido modificaciones desde hace treinta años. Ni
siquiera el desplazamiento del pecado hacia la periferia de la
ciudad, que tuvo lugar hace ya muchos años, pudo con
él. En un cartel se informa a la apreciada clientela de
que todo aquello que va a ver tras la fachada de
inspiración oriental es auténtico, de que nada es
simulado.
|
|